jueves, 28 de junio de 2007

RIQUEZA, POBREZA Y DESARROLLO SOSTENIBLE

Alumnos de la Facultad de Zootecnia, UNAS-Tingo María 2007.
Ingº. Fernando S. GONZALES HUIMAN
DOCENTE DE LA FACULTAD DE AGRONOMÍA
UNIVERSIDAD NACIONAL AGRARIA DE LA SELVA, TINGO MARÍA-PERÚ
http://fgonzalesh.blogspot.com

e mail: fsgh_dito@yahoo.es fsghdito@gmail.com

Las sociedades rurales del tercer mundo padecen de empobrecimiento, desintegración social, emigración en gran escala y devastación ambiental. Aunque todavía existe debate para asignar responsabilidades, la mayor parte de los pobres continúan viviendo en zonas rurales y luchando contra todo para sobrevivir. Para muchos, la pobreza y la marginalidad aún son obstáculos difíciles de superar. El debate moderno alrededor del desarrollo rural, inspirado en parte por la búsqueda de la sostenibilidad, refleja la profunda polarización que permea todas las dimensiones de la vida en estos países.

Las historias estereotipadas de la modernización en América Latina describen la marcha del progreso en términos exageradamente benévolos. El análisis convencional del desarrollo agrícola alaba y premia a los pocos productores que tienen los recursos y conocimientos para utilizar paquetes agresivos e innovadores destinados a modernizar la producción rural. En contraste, de los productores pobres se dice que en tanto son circunscritos por su herencia étnica y social, y por una carencia de conocimiento y capital, destruyen y desperdician el potencial productivo de su legado natural; siguen cultivando productos tradicionales en lugares inadecuados, con técnicas y semillas obsoletas.

Alrededor del mundo, la gente pobre es acusada de destruir sus entornos. Estas acusaciones, entonces, justifican las políticas que después amenazan la propia existencia de los grupos sociales tradicionales y de sus sistemas productivos. Su incapacidad de adaptarse es evidencia que refuerza la idea de que estos grupos son la causa del atraso social y económico de las áreas rurales. Aún en las sociedades más modernas, "culpar a la víctima" de su propia situación y de su falta de progreso colectivo es un fenómeno bastante común.

Esta percepción de la pobreza como causa de los problemas ambientales en el medio rural es equivocada. El debate convencional lamenta el destino de los pobres y la incapacidad de asignar recursos suficientes para atacar los síntomas de la privación que persisten en medio de la abundancia de estas mismas sociedades. En contraste, nos enfocamos en la acumulación de riqueza sin precedentes, lo cual ha polarizada a la sociedad y propagada la pobreza. La reorganización del control y de la utilización del espacio y los recursos, engendrada por la intensificación de la producción rural, está violando los principios básicos de la naturaleza y amenazando la viabilidad de las comunidades rurales. Los pobres no saquean la tierra debido a su insensible desperdicio de recursos, sino por la falta de una distribución equitativa de la riqueza social disponible y de la manera despiadada en que los ricos y poderosos defienden su control. La disparidad en los sistemas sociales y productivos prevalecientes en toda Latinoamérica está conduciendo al desastre. Con el creciente desempleo y la discriminación contra los productores rurales de pequeña escala, la degradación ambiental está procediendo aceleradamente.

Visto desde esta perspectiva, el sistema mundial incrementa a diario la polarización entre pobreza y riqueza -entre naciones, regiones, comunidades e individuos. Ahora, un grupo pequeño de naciones domina la estructura global de poder, guía la producción y determina quién puede progresar. Las demás compiten entre ellas para seducir a los poderes corporativos y financieros para que inviertan dentro de sus fronteras. De manera similar, muchas comunidades se pelean entre sí -sacrificando el bienestar de su población y la calidad de su propia infraestructura- ofreciendo diversos subsidios para atraer las inversiones privadas a sus regiones. Esta dinámica no conduce a la promoción del desarrollo sostenible. Las regiones incapaces de atraer la inversión sufren el innoble destino de los perdedores en la permanente olimpíada económica, condenándose al olvido en el escenario mundial. En su lucha por sobrevivir dentro del mercado global, muchas de las poblaciones rurales del mundo están condenadas a la marginalidad y a la pobreza permanente.

La teoría convencional del desarrollo busca soluciones a la pobreza en los cambios estructurales producidos por el mercado. Los expertos en desarrollo internacional, y sus aliados entre los ambientalistas, se unen en un esfuerzo por arrancar a los pobres y a las indígenas de sus regiones; justifican su desalojo con argumentos que mezclan la búsqueda de la eficiencia económica con la acusación de que estos grupos propagan la destrucción de la naturaleza. Estas estrategias conducen a dos preguntas que están en el fondo de este ensayo. La primera: ¿es posible o deseable una nueva era de crecimiento dentro de este modelo dadas las limitaciones ambientales? Segundo, habida cuenta la trayectoria histórica, ¿existe evidencia demostrada de que los nuevos niveles de crecimiento proporcionarán mayor equidad económica (y por supuesto política y social), entre los diversos grupos de naciones, regiones, comunidades e individuos?

La respuesta a ambas preguntas es no. Una estrategia de libre mercado no puede tender un puente sobre el abismo entre los ricos y los pobres, característico de los dualismos de nuestros días. Más bien, proponemos un enfoque que reconoce que los recursos naturales están limitados, que se centra en los temas de pobreza y sostenibilidad, ofreciendo un programa de desarrollo rural para aquellos actualmente excluidos y el cual también mejorará las condiciones del resto de la sociedad. Tanto el creciente número de pobres como los problemas ambientales en aumento requieren soluciones que sean menos dependientes de los azares del mercado; que tomen en cuenta lo redundante que resulta para grandes porciones de la población su inserción en la estructura actual de la producción y del crecimiento económico y, que en consecuencia, fortalezcan a esta gente, creando un sistema en el cual las comunidades puedan sobrevivir sin una integración completa al mercado global.

Las investigaciones muestran que cuando se da oportunidad y acceso a los recursos, los pobres, más que otros grupos sociales, están propensos a emprender acciones directas para proteger y mejorar el ambiente. Desde esta perspectiva, entonces, un modelo de desarrollo alternativo requiere de nuevas formas de participación directa de las comunidades campesinas e indígenas dentro de un programa de creación de empleos en las áreas rurales, que incrementen los ingresos y mejoren los estándares de vida. Al recomendar políticas que fomenten y salvaguarden a los productores rurales en sus esfuerzos para llegar a ser nuevamente una fuerza social y productiva vibrante y viable, este ensayo propone contribuir al conocimiento de los pasos requeridos para promover la sostenibilidad.

En nuestra búsqueda de algunas visiones sobre la relación entre la gente y los ambientes naturales, comenzamos por ofrecer una descripción de las fuerzas económicas dominantes en la escena mundial, a través de las cuales la acumulación real de riqueza desencadena la pobreza. Los enfoques y modelos convencionales heredados del "norte" no han resuelto los problemas de la vasta mayoría de la población del mundo, la cual vive hoy en las condiciones de mayor pobreza de la historia reciente de la humanidad. La creciente brecha entre ricos y pobres, al interior de las naciones o en una escala internacional, ofrece un testimonio inobjetable de lo inadecuado del actual modelo de desarrollo económico.

Este ensayo identifica varias oportunidades para reflexionar acerca de la importancia de la sostenibilidad y de las posibilidades de instrumentar enfoques que nos muevan hacia una nueva dirección. Pero también sugiere que hay obstáculos significativos para alcanzar dicho progreso. Superar estos obstáculos requiere algo más que políticas bien intencionadas: necesita una nueva correlación de fuerzas sociales, un movimiento basado en la amplia participación democrática en todos los aspectos de la vida, dentro de cada país y en el concierto de las naciones. Las estrategias para enfrentar estos cambios deben responder tanto al reto de aislar a estas comunidades de mayores despojos, como de asegurar su viabilidad.

Entre las muchas preguntas que surgen de esta discusión, las de mayor importancia pueden ser agrupadas dentro de las siguientes áreas:

• ¿Cuál es la relación entre pobreza y degradación ambiental?
• ¿Pueden ser superados los obstáculos a la sostenibilidad mediante la elevación de los niveles de ingreso per cápita?
• ¿Pueden las políticas dirigidas hacia la erradicación de la pobreza contribuir también a reducir las presiones sobre el ambiente?
• ¿Están los ricos de todo el mundo confrontando los problemas de la sostenibilidad responsablemente? ¿Cuál es su nivel de responsabilidad en las acciones dirigidas ala protección ambiental y a la conservación en las áreas habitadas por los pobres?

La sostenibilidad no es posible en las áreas rurales de Latinoamérica mientras la expansión del capital aumente los rangos de pobreza e impida el acceso de los pobres a los recursos necesarios para la mera sobrevivencia. El capitalismo no necesita ya de ejércitos crecientes de desempleados para asegurar salarios bajos, ni necesita controlar vastas áreas para asegurar el acceso regular a las materias primas y a los productos primarios requeridos por su maquinaria productiva. Más bien, el capital ha asumido control del Estado, modificando las estructuras social y productiva para deprimir los salarios y adquirir sus productos a bajos precios. Sin embargo, el mercado sigue desplazando a la gente a abandonar sus comunidades, empobreciéndola y sus entornos. Se requieren, por lo tanto, cambios profundos para facilitar una estrategia de desarrollo sostenible. En la sección final exploramos tal enfoque, sugiriendo que es posible y necesario promover una alternativa: una estructura que permita mayor autonomía para que la gente reconstruya sus sociedades rurales y produzca bienes y servicios de una manera sostenible, mientras se expanden los servicios de protección ambiental que siempre han proporcionado.

RIQUEZA, POBREZA Y DEGRADACIÓN AMBIENTAL

CONTEXTO DE LA CRISIS ACTUAL

La pobreza rural hunde sus raíces en las desigualdades profundas que caracterizan a nuestras sociedades: una estructura social que desdeña lo rural. El poder económico y político se apropia de los bienes de otras personas y aun de sus derechos para disfrutar de un ingreso mínimo decente. Los problemas ambientales de Latinoamérica rural reflejan ahora la herencia de un patrón de desarrollo político polarizado. En esta sección identificamos las principales fuerzas que están determinando el proceso simultáneo de desarrollo y de empobrecimiento rurales y discutimos algunas de sus manifestaciones.

Aunque el proceso difiere grandemente de país a país, y aún al interior de cada país, los resultados han sido notablemente similares. La colonización de Latinoamérica dio origen a una serie sin fin de desplazamientos, apropiaciones y expropiaciones. Conforme las olas sucesivas de colonizadores demandaron las tierras de mayor productividad, el uso de la tierra evolucionó de su vocación histórica, productora de los requerimientos básicos para la supervivencia humana y social, al énfasis actual en la producción de cultivos que aseguran una ganancia a los propietarios. Por más de 500 años, los primeros habitantes de Latinoamérica y sus sucesores, han sido forzados una y otra vez a buscar refugio en condiciones cada vez más marginales, a partir de ecosistemas cada vez más frágiles.

Las haciendas y las plantaciones fueron dos de los muchos sistemas que iniciaron un proceso de especialización e intensificación productivas que aún hoy continúan descargando su cólera sobre la pobreza humana y desencadenando estragos ambientales. Los sistemas productivos del "viejo mundo" desplazaron a los métodos indígenas de producción en los esfuerzos por abrir áreas para la explotación, producción y extracción de bienes para los mercados europeos: los minerales y metales preciosos, las maderas tropicales duras, las ricas frutas y vegetales exóticos. Grupos pequeños, pero poderosos, centralizaron el control de la tierra y llegaron a influenciar y aún a controlar los gobiernos nacionales.

Hacia mediados del siglo XX, los empresarios rurales comenzaron a modelar una nueva tradición científica, utilizando los recursos estatales y corporativos para inventar lo que pronto se conocería como la "revolución verde". Desplazando a los agrónomos que habían trabajado dentro de la tradición campesina, los técnicos introdujeron agroquímicos y maquinaria que utilizan fuentes de energía no renovables para aumentar la productividad. Respondiendo al espectro neo-maltusiano, los diseñadores de la política presionaron a las instituciones multilaterales financieras y de desarrollo (como el BID, FAO, BIRF, FMI) para expandir el alcance de la "revolución verde". Insistiendo en la necesidad de extraer aún mayores volúmenes de las granjas comerciales, los modernizadores enfocaron sus esfuerzos a promover el desarrollo agrícola entre aquellos grupos sociales mejor preparados para aprovechar de las nuevas oportunidades productivas: los sectores integrados a los establecimientos institucionales modernos, incluyendo a las estructuras políticas elitistas y al sistema de crédito.

Su fácil acceso al crédito y al control de las tierras más fértiles les permitió emplear tecnologías modernas para elevar la productividad y seleccionar los cultivos más valiosos. Utilizando maquinaria para remodelar la tierra, equipo para llevar agua por canales y agroquímicos para controlar plagas y compensar la pérdida en la calidad del suelo, los modernizadores lograron elevar la prodigiosidad de la tierra. Guiados por una visión optimista de los poderes de la tecnología para la que nada parecía imposible, desataron el potencial productivo del germoplasma de alto rendimiento desarrollado en los nuevos laboratorios biotecnológicos, para generar productos de valor comercial para los mercados locales y de exportación. Aun cuando ellos sembraron los productos más tradicionales de la dieta local, con frecuencia fueron capaces de obtener niveles record de productividad. De manera similar, las empresas comerciales modernas en ganadería, pesca y silvicultura, elevaron su productividad, yendo más allá del paquete de la "revolución verde" en insumos mecánicos y químicos, para incorporar rápidamente los avances más novedosos en biotecnología. Finalmente, la estructura social y política facilitó su acceso a los canales de distribución y, en consecuencia, les permitió ganancias extraordinarias en comparación con las de los otros grupos de productores.

Se ha generalizado, así, el uso dispendioso del agua, la energía y los agroquímicos. Es una respuesta lógica a las políticas erróneas que estimularon la producción mediante precios subsidiados para los insumos agrícolas clave. A nombre del progreso, y para contrarrestar la amenaza maltusiana, los modernizadores remodelaron el hemisferio completo: haciendo florecer los desiertos, abriendo los bosques húmedos tropicales, desnudando las montañas, drenando los pantanos y humedales, y cortando las raíces que sustentan los manglares.

Poca atención se prestó al impacto de largo plazo de este nuevo "paquete de insumos" sobre el suelo o sobre otras dimensiones del ambiente físico, tales como el clima o la calidad del agua. Los riesgos contra la salud de los trabajadores y de los consumidores fueron abordados tardía y parcialmente. No se atribuyó importancia a los inconvenientes que tales avances traerían sobre el empobrecimiento de la mayoría de los productores para quienes el crédito era escasamente disponible. Se asignaron pocos recursos para la investigación y la asistencia técnica que atendiera a las necesidades de los grupos tradicionales de productores.

El sacrificio humano continúa siendo extraordinario. A todo lo largo y lo ancho de Latinoamérica, las comunidades agrarias han sido desplazadas de tierras valiosas y arrinconadas en zonas inapropiadas, confinadas en regiones de acceso cada vez más difícil, con las tierras más pobres o más inadecuadas y con la más precaria disponibilidad de agua. Engañados o entrampados en regiones y empleos insostenibles, ellos encuentran difícil o prohibitivo continuar las tareas importantes de conservación del suelo y el agua y los manejos que fueron parte integral de la práctica normal de sus ancestros. No tienen más alternativa que utilizar y devastar sus propios ambientes en su lucha desesperada por sobrevivir.

Aun cuando los agricultores pobres poseen tierras de cultivo, por lo común se encuentran atascados en la marisma de restricciones burocráticas, sin posibilidades de cultivar productos comerciales valiosos o variedades modernas de sus cultivos tradicionales. Con el deterioro que les provocan los términos de intercambio,4 muchos pequeños agricultores no tienen otra alternativa que buscar empleo donde sea, y frecuentemente se ven obligados a vender, transferir o simplemente abandonar sus tierras. Paradójicamente, la gente del campo ingresa al ejército de reserva de trabajadores en momentos en que los salarios reales y los ingresos rurales se vienen abajo. Conforme los logros tecnológicos y científicos se integran a los establecimientos industriales y empresariales, una proporción cada vez menor de esta vasta y creciente clase trabajadora debería convertirse en productora de los bienes ahora consumidos por una sociedad dominada por el mercado.
Aún más: la yuxtaposición perniciosa de los grupos sociales impuesta por el funcionamiento normal de la economía de mercado, no sólo limita severamente las oportunidades de las masas de trabajadores y campesinos en cuanto al avance material y la participación política, sino que convierte a muchos de estos grupos en olas migratorias que buscan nuevos lugares para sobrevivir, frecuentemente en áreas inadecuadas debido a la fragilidad de sus ecosistemas.

La expansión acelerada del segmento moderno de la sociedad rural está, en consecuencia, ocasionando mayores y más severos problemas ambientales observados en las décadas recientes. Los trabajadores son envenenados en los campos, mientras que sus familias sufren por los efectos de la contaminación química y orgánica en sus comunidades. Los campesinos soportan condiciones de trabajo intolerables como trabajadores, o enfrentan a estados militarizados en su lucha por un poco de dignidad. Los estragos ambientales, acumulados por décadas, han acelerado su ritmo e intensidad a tal grado que ahora representan una gran amenaza para la viabilidad de incontables especies de flora y fauna, así como para la misma sociedad humana. El clamor de grupos de ciudadanos y ambientalistas organizados es testimonio de este fenómeno.

POLÍTICAS QUE PROMUEVEN LA DESTRUCCIÓN AMBIENTAL Y LA POBREZA RURAL

Como respuesta a la devastación, gran parte del sector empresarial está ahora obligado a "racionalizar" el uso de los recursos naturales. Después de haber transformado la naturaleza, ahora ellos deben reconsiderar como proteger su inversión. Frente a los controles impuestos sobre los productos importados por las naciones ricas, algunos utilizan químicos de manera más moderada o cambian a fórmulas menos dañinas. Los esfuerzos en los países latinoamericanos por promulgar un conjunto adecuado de regulaciones protectoras también han obligado a algunos productores a modificar sus prácticas, pero en muchos lugares las distorsiones burocráticas dificultan hacerlas valer efectivamente. Otros responden a las nuevas políticas que eliminan los subsidios de todos los productos de este tipo, utilizando recursos con mayor cuidado o cambiando las técnicas para reducir los costos o incrementar la productividad. Para este sector, una combinación de sus propios intereses, junto a las respuestas a las señales administrativas y del mercado, reforzada por una vigilancia social apropiada, puede conducir a una reducción progresiva del daño ambiental, en regiones ya ocupadas con anterioridad por el sector comercial.

Sin embargo, aunque las estrategias políticas para fomentar a la protección ambiental son un avance deseable, pocos pasos se han tomado para proteger a las poblaciones en riesgo. Mientras tanto, el eslabón político crucial que determina la correlación entre las expropiaciones de los recursos naturales y ambientales y la explotación de la gente, se mantiene en el dominio de las organizaciones de base: los organismos no-gubernamentales (ONGs), los grupos de mujeres, algunos grupos ambientalistas, organizaciones sindicales y los mismos productores directos. La experiencia reciente demuestra cómo el desarrollo sostenible complementa las luchas para la justicia social, derechos humanos y diversidad cultural (tal como el movimiento que confronta el "racismo ambiental"), la política rural continúa reforzando procesos sociales que penalizan a los pobres. El análisis oficial "culpa a las víctimas" por los dilemas que enfrentan, y les suma las críticas devastadoras de las instituciones gubernamentales creadas para sostener entre las clases inferiores la visión de que el mercado "libre" produce un uso mucho más eficiente de los recursos y una tasa mayor de crecimiento económico.

Los sistemas modernos de producción continúan su expansión, disputando los derechos de los campesinos e indígenas sobre sus tierras más productivas y sus recursos más valiosos. Las instituciones oficiales, nacionales e internacionales, impulsaron nuevas estrategias para premiar a los agricultores comerciales por sus aportaciones al desarrollo nacional, asegurándoles continuamente el acceso privilegiado a los recursos más valiosos de la sociedad en proceso de modernización: la tierra y los recursos naturales, la tecnología, el crédito y los canales del mercado. La pobreza es acentuada por esta expansión, la cual frecuentemente condena a la devastación a las regiones y a la gente que ahí vive. En la nueva arena política, la lucha de los pobres es cada vez más difícil. En el mejor de los casos, los grupos marginados pueden intentar reclamar una pequeña proporción de los presupuestos oficiales para sus esfuerzos; ahora reclaman a la comunidad mundial para que les entienda y apoye o recurren a nuevas formas de resistencia para insistir en sus demandas. Aun cuando las reformas agrarias forzaron una redistribución de la tierra entre los grupos campesinos e indígenas, como en México, Bolivia y Nicaragua, los recursos financieros y técnicos complementarios requeridos para aprovechar las nuevas oportunidades fueron invariablemente colocados al servicio de otros.

LA DINÁMICA DE LA POBREZA RURAL

Por encima de todos estos factores, se encuentra el hecho de que la pobreza rural es la consecuencia histórica de los sistemas existentes de organización económica, los cuales continúan discriminando a los productores directos. Cuando se les compara con productores de otros sectores, se descubre que no están dotados de cantidades comparables de equipo que les permita elevar la productividad de la tierra y el trabajo. Sin embargo, es cada vez más preocupante que la organización de la producción en el agro del tercer mundo no sólo coloca a dichos productores en una desventaja con respecto a los de otros sectores, sino también en su lucha por competir contra los productores en otras partes del planeta. En el tercer mundo, carecen de acceso al apoyo técnico, financiero e institucional protector con que contaban los agricultores de otros países para enfrentar la competencia en periodos anteriores.

Estos problemas fundamentales pueden ser examinados más fácilmente identificando algunas de las causas principales de la pobreza rural, las cuales nos permiten elaborar los lineamentos para una estrategia alternativa del desarrollo rural sostenible.

1) Políticas macroeconómicas y sectoriales discriminatorias Como en los regímenes coloniales del pasado, los impuestos a la producción y a la exportación, los sistemas complejos de control de cambios y comercio con el extranjero (tipos de cambio sobrevaluados y tarifas protegidas para productos industriales) y los controles de precios sobre diversos bienes, son herramientas utilizadas para extraer plusvalía de los productores rurales. Con la llegada del periodo de la posguerra, nuevas formas de regulación fiscal y monetaria se adicionaron a esta caja de herramientas, conduciendo a la transferencia de riqueza de las comunidades rurales al sistema bancario y de ahí al financiamiento de la industrialización. Los altos costos e impactos arbitrarios de estos programas dejaron a los cultivos producidos por los pobres del campo (e incluso a algunos del sector moderno o empresarial) en manos del mercado mundial de bienes agrícolas, controlados por los monopolios internacionales.

Otras facetas de la agenda de política pública tienen el efecto de aumentar el producto mientras exacerban las desigualdades sociales que caracterizan a la mayoría de las sociedades rurales del tercer mundo. Los beneficios de la revolución verde, que condujeron a incrementos significativos de la productividad, fueron captados por aquellos grupos capaces de obtener acceso a los conocimientos técnicos, los financiamientos y la infraestructura. De modo similar, la inversión pública en sistemas de riego y colonización para expandir las fronteras productivas tendió a sobrecargarse para promover la agricultura comercial de gran escala sujeta a la mecanización. Tales programas no sólo han tenido efectos devastadores sobre el ambiente, sino que también son destructoras de la sociedad. Las poblaciones locales son reubicadas desventajosamente, o aún exterminadas, mientras la productividad de los ecosistemas de nueva explotación declina con rapidez. Los pequeños productores tradicionales son desplazados de sus comunidades históricas, al mismo tiempo que los nuevos sistemas generan riqueza para un pequeño grupo que rara vez contabiliza el daño ambiental que provoca.
Se requeriría un programa distinto para contrarrestar los efectos destructivos del control corporativo. Este facilitaría la aplicación de los principios de la agroecología a la agricultura de pequeña escala, reduciendo su dependencia de las prácticas destructivas y de los agroquímicos desarrollados para la producción de cultivos comerciales. Un énfasis renovado sería colocado en los alimentos populares producidos por los campesinos y/o sobre sus prioridades ambientales, tales como proyectos de micro-escala para el manejo de la tierra y del agua. No es una coincidencia que tales políticas también conduzcan a la creación de sistemas de desarrollo sostenible, como veremos en la última sección.

2) Sistemas de tenencia inadecuados y polarizados. La desigualdad de acceso a la tierra y la inseguridad en la tenencia de la tierra son los principales obstáculos para mantener y mejorar la calidad del ambiente. En gran parte del tercer mundo la propiedad de la tierra se mantiene altamente concentrada, a pesar de numerosos intentos de reforma agraria. A lo largo de Latinoamérica, el creciente número de parcelas minifundistas (2.2 por ciento anual de aumento desde el fin de la Segunda Guerra Mundial) y la reducción en el tamaño de las mismas ha creado un campesinado que está siendo expulsado de "sus roles de productores principalmente agrícolas y su consiguiente integración al mercado de trabajo", conforme los grandes agricultores continúan controlando la mayor parte de la tierra y una gran proporción de otros recursos rurales.

Los sistemas inadecuados de tenencia dificultan las iniciativas locales comprometidas con las tareas de conservación de agua y suelo. También estorban la distribución del crédito, impidiendo la inversión y otras acciones para aumentar la productividad. Estos problemas se vuelven más serios por el desconocimiento oficial de la propiedad comunal de importantes extensiones ("comunes") y los conflictos respecto a su uso. La "tragedia" de la sobre utilización en tales casos es tan importante que ha generado su propio grupo de especialistas (International Common Property Association) y laserie de propuestas que pudieran contribuir a los enfoques de desarrollo sostenible.

Irónicamente, las reformas agrarias también tienen efectos perniciosos, impidiendo a los beneficiarios proteger sus propios recursos. En muchas situaciones, las regulaciones limitan o prohíben varios tipos de transacciones con la tierra (ej., renta o alquiler) y limitan a los beneficiarios en su búsqueda de crédito; excluyéndolos, en consecuencia, del sistema bancario comercial. La aplicación de estas restricciones por las burocracias gubernamentales ineficientes y corruptas refuerza un sistema de privilegios que ha frenado la movilidad social y las mejoras agrícolas. Desafortunadamente, la carrera precipitada para escribir una legislación que "libere" a la tierra para su uso de la manera más productiva, otorgando títulos de propiedad y animando a las comunidades rurales a asociarse con el capital privado, puede exacerbar los problemas existentes. Si el campesinado no tiene acceso independiente a los mercados de capital y la asistencia técnica, no se le puede asegurar una capacidad autónoma para negociar efectivamente con inversionistas potenciales.

3) Sesgo anti-campesino en las instituciones de desarrollo. El sesgo anti campesino (o urbano) entre las agencias de desarrollo y aún dentro de las instituciones rurales, es particularmente preocupante. Los recursos son sistemáticamente negados para apoyar a los enfoques "campesinos" que buscan resolver sus problemas y fortalecer su organización social. Los campesinos son considerados retrógrados e incapaces de incorporar innovaciones a sus sistemas productivos. Los efectos económicos de esta perspectiva son especialmente problemáticos: la mano de obra se abarata y los recursos naturales son devaluados por las presiones competitivas de otros productores quienes disfrutan de crédito e insumos baratos. Esto es evidente en la manera diferencial en la que los precios de los productos campesinos y comerciales son manipulados por las agencias reguladoras; y en las decisiones acerca de la importación de bienes básicos que impactan negativamente a las zonas agrícolas de pequeña escala y de temporal con mayor frecuencia que a los prósperos sectores de agricultura de riego. Como resultado, aun cuando muchas de las innovaciones de la revolución verde y la biotecnologías son neutras en escala, han sido transformadas en mecanismos que agudizan la polarización social, a pesar de las intenciones originales de sus inventores.

El surgimiento de las ONGs como mecanismo para revertir este sesgo, tanto globalmente como dentro de las burocracias locales, es un punto notable de la transformación institucional, que se relaciona directamente con la ampliación de las estrategias alternativas del desarrollo rural, un tema a que regresaremos.

4) Distribución desigual del ingreso y del poder político En relación con los puntos anteriores, el sistema de caciques regionales o provinciales es frecuentemente uno de los obstáculos principales para el progreso de la gente pobre de las áreas rurales. En casos excepcionales, un líder patriarcal poderoso puede retener el control en una región pobre asegurando que los recursos sean distribuidos de manera equitativa y que los problemas sociales y políticos sean resueltos con los recursos locales, cuando es posible. Las formas que el caciquismo toma son demasiado numerosas para ser enumeradas aquí, pero los efectos son similares, y reminiscentes de las historias contadas sobre los caballeros señoriales de la época medieval. Una jerarquía de poder, algunas veces atada alos partidos políticos, que se extiende del Estado a las comunidades rurales, con frecuencia juega un papel determinante en la disponibilidad y distribución de los paquetes de ayuda, los proyectos de empleo y los programas de beneficio social.

4) Políticas inadecuadas de empleo. Aunque la tasa de crecimiento de la población es generalmente descendente, todavía se mantiene por encima de la del crecimiento de la fuerza de trabajo productiva. En todo el tercer mundo, uno de los más serios problemas que enfrentan los planificadores, es la creación de empleos remunerados. Tradicionalmente, una fuente importante de subsistencia para gran parte de la población, el empleo agrícola, ha caído precipitadamente en las décadas recientes.

Las tendencias son notables. Entre 1960-1980, los campesinos crecieron como proporción de la población económicamente activa de América Latina rural, de 60 a 65%, aún cuando la fuerza de trabajo agrícola se redujo de casi la mitad a menos de un tercio. Este cambio refleja la incorporación de tecnologías que desplazan mano de obra dentro en la agricultura comercial, llevando a un porcentaje menor de trabajo en esta área y dejando a muchos en el sector campesino por falta de mejores alternativas.

La apertura de las economías a la competencia internacional complica los problemas de dos formas: primero, las actividades productivas tradicionales están dejando de ser rentables, conforme los bienes de consumo importados desplazan a los producidos localmente; los mismos vendedores encuentran mayor ganancia en importar que en comprar productos nacionales. Segundo, la inversión extranjera trae nuevas tecnologías y aumenta la escala de producción, reduciendo la tasa de creación de empleo por debajo de las necesidades sociales.
5) Presiones contra las instituciones culturales locales. Conforme los campesinos son transformados en trabajadores "proletarizados", adquirieren todas las responsabilidades de tales grupos, sin ninguno de los beneficios que podría provenir de tener un ingreso seguro de retorno por su trabajo productivo (Barkin 1987). Esta transformación de la fuerza de trabajo es notable en muchas comunidades rurales donde los sistemas tradicionales de ayuda mutua y trabajo voluntario para proyectos de la comunidad están desapareciendo con rapidez sin reemplazos adecuados. La autoridad de la comunidad tradicional está siendo erosionada y desplazada por nuevas formas de imposición autoritaria.

El largo proceso de expulsión de los grupos indígenas hacia las tierras cada vez más marginales es uno de los factores más importantes que contribuye a la pérdida de la identidad cultural en el tercer mundo. En muchos casos, los nuevos colonizadores no tienen acceso o ignoran la información heredada sobre cómo manejar los ecosistemas que han ocupado. Esto se intensifica con los compromisos oficiales para implantar los sistemas tecnológicos de las zonas templadas, los cuales raramente son adecuados para las nuevas áreas ocupadas, con frecuencia en las bajas planicies de los trópicos. En muchos de estos casos, como veremos, se hace necesario generar un nuevo tipo de conocimiento apropiado, de modo que las poblaciones que se establecen puedan ser sensibilizadas a nuevos enfoques sostenibles para la sobrevivencia productiva.

7) La migración y la feminización de la pobreza. El papel de la mujer en la sociedad rural ha cambiado dramáticamente en décadas recientes. Con la proletarización de la fuerza de trabajo y la mayor dificultad para satisfacer las necesidades sociales con la producción de bienes agrícolas y rurales, la familia típica ha tenido que desarrollar complejas estrategias de sobrevivencia que implican migración y mayor participación en la fuerza de trabajo. Aun cuando más mujeres son trabajadoras asalariadas y migrantes, existe una tendencia mundial hacia más familias rurales encabezadas por ellas. A diferencia de épocas pasadas, en que el problema dominante de la mujer era el manejo de la casa y la crianza de los hijos, ahora asume la carga adicional de proporcionar la subsistencia básica y resolver otras necesidades familiares. Estas nuevas obligaciones no han disminuido las prácticas discriminatorias que limitan el acceso de las mujeres a la educación y a las oportunidades económicas.

Conforme el ambiente es degradado, la vida en el sector rural se ha hecho más difícil, complicando las tareas de las mujeres. Con la deforestación, la búsqueda de combustible requiere viajes más largos y con frecuencia sacrificar los árboles más jóvenes en laderas de mayor pendiente; de modo similar, la tarea de asegurar la disponibilidad de agua también se está haciendo más ardua. Tal carga afecta la nutrición familiar, ya que los huertos donde se cultivaban frutas y vegetales y se criaban pequeños animales de traspatio a través de desperdicios y esquilmos agrícolas, con frecuencia ya no pueden producirse por la presión de realizar otras actividades.

8) El factor urbano y la pobreza rural. La urbanización en el tercer mundo está creando redes de áreas densamente pobladas, en gran parte con migrantes rurales. Crecientemente, las familias rurales reciben remesas de dinero de sus parientes en las ciudades -y a través de la migración internacional- para su mera subsistencia. Conforme se expanden las áreas urbanas, ellos hacen demandas enormes de recursos y de lugares para depositar su basura, sin ninguna contraprestación para responder a los problemas de la mayor parte de la gente pobre.

En este complejo telón que relaciona lo rural con lo urbano, las dicotomías de épocas pasadas no son útiles ya para el campesinado y el proletariado. El ingreso proveniente de fuentes externas a la comunidad es ahora una parte integral de los ingresos rurales, mientras que las múltiples habilidades adquiridas en estos empleos podrían contribuir a diversificar la base económica de las áreas rurales. De manera inversa, las poblaciones rurales y su experiencia también tienen un gran potencial para contribuir al mejoramiento de la vida nacional. En todo el tercer mundo, las importantes diferencias en la productividad y los ingresos entre la industria y la agricultura han creado una barrera para la integración de un desarrollo urbano más equilibrado, que incluiría un patrón diversificado de uso del suelo. Por ejemplo, la posibilidad de producir alimentos en áreas urbanas como parte de una respuesta al creciente desempleo podría bajar los costos de transporte y las tasas de crecimiento urbano.

Con el deterioro del empleo y la discriminación contra los pequeños productores rurales, no sorprende que la degradación ambiental avance rápidamente. La gente está siendo obligada a entrar en la fuerza de trabajo urbano, mientras los salarios reales y los ingresos rurales bajan. Una parte creciente debe refugiarse en las comunidades campesinas, recurriéndose a técnicas destructivas sólo para sobrevivir. Desde esta perspectiva, se requiere de un nuevo programa de creación de empleos productivos en las áreas rurales para aumentar los ingresos, mejorar los niveles de vida y proteger el ambiente.

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